Glosario

Cuando decimos «volver a ser salvajemente humano» como frase principal del Posgrado en Bioenergética Integrativa del área de No Dualidad Orgánica, en primer lugar decimos «volver» porque queremos señalar que ya hemos estado allí, y que sólo se trata de regresar, de recordar, de reconocer aquello que ya somos. Cuando usamos «salvajemente» como adjetivo estamos en realidad simplemente potenciando el sustantivo, «humano». Queremos decir volver a «ser» muy, pero que muy, extraordinariamente, «humano».

Se dice del animal libre y que vive su propia vida.
Para el ser humano, volver a ser salvaje es despojarse de esa domesticación y recuperar su naturaleza cósmica, ecológica, viva, animal, mamífera y humana. En efecto, es a todos los niveles que se produce la ruptura con nuestra naturaleza cuando somos domesticados, y necesariamente es a todos los niveles que tenemos que recuperar nuestra naturaleza para que este regreso sea auténtico e integral.
Antónimos: domesticado, domesticación, sometido, civilizado, civilización.

Se dice del animal que ha pasado tanto tiempo en cautiverio que ha olvidado su carácter de animal salvaje y libre.
La educación que recibimos nos capacita para vivir dentro de este sistema social pero nos destruye como seres vivos, animales, mamíferos y humanos. Ese es el precio que pagamos por nuestra adaptación: la libertad y dejar de vivir de acuerdo a nuestra naturaleza y esencia.
Antónimo: salvaje.

Entender la bioenergética como una terapia es reducirla sólo a uno de sus aspectos más conocidos. En realidad, la bioenergética es una corriente de una energía particular, la energía de vida (prana, qi, orgón, llámese como se quiera), que llena y recorre cada rincón del universo, no dejando nada vacío. En el despliegue natural de su naturaleza está crear los planetas, las estrellas y las galaxias.

Si hay una cosa que hemos aprendido a lo largo de estos años de explorar lo humano a través del cuerpo, la energía y la conciencia es lo bien que nos vienen paladas de las grandes de tierra, lo que conocemos en bioenergética por enraizar, ejercitar el primer chakra, la base, la raíz, los fundamentos. Es la base del sostén que necesitamos para concretar, materializar, actuar y por tanto crear y manifestar aquello que deseamos, anhelamos o necesitamos.

A veces nos preguntan, ¿qué es eso con un nombre tan raro llamado bioenergética integrativa? ¿Qué es la bio? ¿Es una filosofía, una forma de vivir? ¿Es una nueva corriente new age o una nueva terapia alternativa? Rotundamente no. No se trata de instituir la enésima técnica terapéutica, ideología, secta o dogma. Entonces, ¿de qué se trata? ¿Cuál es la invitación?

Desplegar el movimiento vital, el placer, la sensualidad, la alegría de existir, el goce de compartir es transgresor y revolucionario en un mundo sostenido por el sufrimiento y el trabajo (del latín «tripalium», un instrumento de tortura). Pero ojo con el placer compulsivo, la superficialidad y el hedonismo reactivo frente esa sociedad del sacrificio: la sensación es que son más de lo mismo en el otro polo.

La corporización es el proceso por el cual el ser humano regresa a su propio cuerpo, lo habita, se encarna, es cuerpo. No se trata sólo de tener o no conciencia corporal, sino estar o no estar en el cuerpo, habitarlo o no. Tras miles de años de viaje colectivo en sentido opuesto, alejándonos de la naturaleza física, energética, sensible y sensual de nosotros mismos, a través del movimiento, el contacto, la sensibilidad y tomar conciencia del propio cuerpo vamos poco a poco regresando a nosotros mismos, nos reintegramos como organismo psicosomático que ya no vive como separados la mente y el cuerpo. Qué regalo conectar con el sentir del cuerpo, corporizarse, volver a la vida.

Dos grandes corrientes de vida atraviesan a la humanidad desde hace milenios. La de la separación y la del corazón. La de la escisión interna y con el mundo, por un lado, y la de la unión y la reunión, conmigo mismo, contigo, con nuestros semejantes y con la naturaleza. La del individuo separado, atomizado, alienado y masificado, y la de comunidad de seres libres, vinculados e interdependientes. La de la mascarilla y la distancia social y el otro como peligro, por ahí, y la del contacto, el abrazo, el beso, la intimidad y la ternura, por aquí. La por un mejunje de ideales, valores y proyecciones, todo ideológico, todo mental, allá, y la que recupera la sensibilidad y la conciencia propias de un organismo en estado de gracia, de amor, como guía para la acción en la vida, acá. La de la escisión interna entre personalidad y sombra, es decir la del carácter acorazado y neurótico, allí, y la del organismo natural, fisiológico, cósmico, aquí.

«Las perturbaciones psíquicas son el resultado del caos sexual originado por la naturaleza de nuestra sociedad. Durante miles de años ese caos ha tenido como función el sometimiento de las personas a las condiciones (sociales) existentes, en otras palabras, internalizar la mecanización externa de la vida. Sirve el propósito de obtener el anclaje psíquico de una civilización mecanicista y autoritaria, haciendo perder a los individuos la confianza en sí mismos.